domingo, 24 de junio de 2012

Los '90


Hace ya un tiempo que estoy ingresando en una peligrosa etapa de regresión hacia la década más cuestionable en lo que a estética, arte y cultura se refiere: los ‘90. La época de Mitch Buckanon, de Steve Urkel, de Beakman o del Príncipe de Bel-Air entre otros. Época de tupés, gafas de plástico, chalecos, camisas con estampados imposibles, mocasines con calcetines blancos, esos bombachos de traje y esas hombreras. Tiempo del cubo de rubick, de Wally, la revista Bravo, de Pokémon o de las Nike Air Max. Y de los patines en línea.


Podría seguir hasta el infinito, no sin antes tener que apartarme del teclado para secar una lagrimita al recordar algunas de las figuras clave de mi infancia. A más de 20 años de la década prodigiosa, una puede por fin mirar atrás en el tiempo y redescubrir con orgullo que llegó al mundo en la misma época que vio nacer a los Backsteet Boys, las Spice Girls, N’Sync, All Saints, y a tantas otras joyas de la canción popular. A personajes como Monica Lewinski y River Phoenix, Nick Carter…Y es bajo la certeza de que esta fue la última década totalmente libre de esta dudosa ola de corrección política que nos invade desde hace ya un tiempo.

 Para que entendáis a lo que me refiero: El otro día, haciendo zapping llegué a una de esas fantásticas teles locales llamada 8TV si mal no recuerdo, en la que descubrí toda una perla de la televisión llamada Renegado -Renegade en inglés-. No os la perdáis por nada del mundo. La serie narra la historia de un motero melenudo y cachas que va de pueblo en pueblo de la América profunda haciendo de “cazarecoenmpensas” entre jarra y jarra de cerveza. El protagonista es el gran Lorenzo Lamas -el cachas tonto que tiene una cita con Sandy en Grease- un auténtico macho de los que mata a gente y fuma y va en moto sin casco.

Viendo esa vieja serie, me pasa por la cabeza: Ves, hoy, esto no sería posible. Realmente a efectos culturales no sería ningún drama perdernos las aventuras de este macarra. El problema es que hoy en día, cosas así no se pueden hacer. Deberíamos tener libertad suficiente para hacer cualquier bazofia sin pensar constantemente: ¿Ay, no será malo para los niños ver a un cachas sin casco yendo en moto y matando a los malos? Pero no. Estamos ante una nueva censura: La autocensura. Y es mucho peor que cuando la opresión tenía una cara y un nombre. Porque es totalmente hipócrita. Nos preocupamos de que estos estereotipos que sólo encontramos en las ficciones televisivas influyan en la audiencia, mientras a esta misma se la bombardea constantemente con mensajes que inducen a consumir sin cesar ¿No es a caso esto más dañino?

Así que por favor, abandonemos el alarmismo. Ni todos los niños sufren bullying, ni son todos obesos, ni todas las adolescentes anoréxicas, ni los videojuegos son la causa de las matanzas escolares. Dejemos de quitar responsabilidad a quienes nos educan para trasladarla a lo que nos evade, nos entretiene y nos libera. Si en mi tiempo de ocio me divierto con las aventuras de un ex-policía facha y melenudo con músculos hasta en los párpados y una mágnum en el cinturón ¿me llevará esto a ser una criminal? ¿Una asesina en potencia? ¿Una presunta terrorista? Nada de eso amigos.

Así que no hay más. Volveré a ponerme unos Levi’s 501 y gafas de colorines y a bailar como Vanilla Ice. Y viajaré en moto -y sin casco- a los 90.

¿Me acompañas?

Anna Rubio

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